jueves, 5 de noviembre de 2009

Lo que cuentan nuestros abuelos.
Bogotá, tierra de regionalismos y diferentes piropos.
Tips que nos ofrecen los que realmente sabían de piropos.

Por: Carlos Andrés Giraldo Mahecha

En Bogotá se encuentran una gran cantidad de piropos. Dicen los expertos que no es fácil decir piropos con clase, porque el piropo es el arte de conquistar al otro con las palabras y el ingenio. Entre los que recuerda Alfredo Mahecha, un hombre de 69 años, quien conquistó a su esposa con expresiones como; “me dormí para dejar de pensar en ti, pero olvide que eres dueña de mis sueños”, y otros que solía decir en el colegio como: “¿qué pecado habrás cometido, para que Dios te haya expulsado del paraíso?”, que comparados con los que se escuchan hoy en día: “eres el complemento ideal para terminar de decorar mi dormitorio”. Asimismo: “tanta carne y yo sin muelas; tantas curvas y yo sin frenos”. “Les falta el toque, la delicadeza y el respeto con el que trataban a las mujeres de la época”: señaló don Alfredo.

También están los refranes de antaño: “dime con quién andas y te diré quién eres”, que hoy en día lo cambiaron por “dime con quien duermes y te diré cuanto ganas”; o “tus piernas son un monumento a la perfección”, ahora se escucha: “qué bonitas piernas tienes, ¿a qué horas abren?”, afirmó doña Mercedes de Mahecha.

Por otro lado están los dichos que han trascendido de generación en generación, tales como: “ojo por ojo, diente por diente”; “ojos que no ven corazón que no siente”; “no todo lo que brilla es oro”; o, “con la vara que midas serás medido”.

Y ni hablar de las formas de expresarse, ahora en vez de decir: “chirriadísimo” o “¡qué bueno!”, dicen: “¡qué chimba!”. Claro que en los niños que usan ropa de marca (que en la mayoría de los casos califican como “gomelos”) es recontrarreguau o súper chévere, y el saludo que es parte esencial de las personas cuando dicen buenos días o buenas tardes, ahora es qué hubo parce, o qué hubo lámpara, como si estuvieran calificando a esta persona o rebajándola para sentirse por encima de ellos, manifestó doña Mercedes.

En conclusión nuestro lenguaje está a punto de acabarse si no se cultiva y se expresa como es debido, tambien es importante inculcar la lectura e incentivar la curiosidad por aquellas palabras que son ajenas a nuestro vocabulario.